"Herramientas psico-corporales para la arquitectura y el interiorismo" se ha convertido en una serie de artículos para facilitar la lectura, pero empezó como uno solo. La invitación es a leerlos en orden: attunement, sensorialidad y embodiment.
Los espacios comunican. Siempre. Al igual que las personas, aunque intenten no hacerlo, los espacios, por su mera existencia, transmiten información. Provocan un tiempo en el cuerpo, un ritmo, una forma de respirar, una contención o una distensión… muchas veces no nos damos cuenta, pero influyen de forma radical en nuestro cuerpo y nuestro ánimo. Por supuesto, comunican mucho más: desde cierta ideología a cierta hostilidad, desde frialdad a cariño. Ofrecen o rechazan posibilidades para nosotros, nos tienen consideración… o no.
Cada espacio presenta su propia semiótica espacial y toda la información que transmite un espacio se detecta en de una gama de percepciones a las que, como diseñadores, nos interesa prestar especial atención; saber reconocer, identificar y racionalizar. Nuestra tesis es que para diseñar, hay que ser sensibles: percibir en el sentido más amplio y completo posible para poder atender, además de a los aspectos estéticos y funcionales, a todos esos aspectos afectivos que el espacio va a comunicar inevitablemente.
Hemos descrito el acto de empatía en acción conocido como attunement como una de las capacidades a incorporar a nuestras herramientas de diseño. Personalmente, no considero que ese desarrollo pueda separarse de forma contundente de las estrategias para ampliar nuestra capacidad de embodiment.
Recordemos, embodiment es la capacidad de pensar mediante el movimiento y reconocer las claves que nos transmiten nuestros sentidos. Una capacidad de embodiment bien desarrollada nos facilita reconocer las necesidades psico-corporales de los usuarios, desarrollar estrategias para optimizar cada aspecto del diseño en función de esas necesidades y apreciar cómo el espacio las recoge y acoge… o no. En diseño interior, esa capacidad se traduce en preguntas como: ¿Cómo puede llegar a sentirse alguien ahí, en ese lugar que estamos diseñando? Y, especialmente ¿cómo va a sentirse alguien muy diferente a nosotros? ¿Cómo se moverán los usuarios al entrar a ese espacio por primera vez? ¿Estaremos ofreciendo suficiente información? ¿Claridad, orientación? De forma intuitiva y para los más vulnerables, ¿sentirán calma, confianza, acogida? ¿Cuáles serán sus necesidades, sus expectativas? A corto, a largo plazo, ¿qué provocaran la luz, la temperatura, el aire, las texturas, los colores? Si es un espacio de trabajo, ¿cómo consideramos las posturas, dinámicas, necesidades? Si es un espacio de encuentro, ¿cómo favorecemos la interacción? Y si es un espacio de descanso o regeneración, ¿cómo preservamos los distintos grados de intimidad necesarios?
Cualquier espacio que habitamos aporta a nuestra construcción personal y social, influye en nuestra salud psico-corporal y favorece (o interfiere) nuestro desarrollo como seres humanos y seres relacionales. Evidentemente, nunca podremos anticiparnos a las necesidades de todos para todo momento, pero, sí podemos conseguir que esa información que el espacio comunica sea lo más adecuada, lo más completa y lo más eficaz posible. Y si, particularmente, nos interesa, como es el caso, cuidar a las personas, el espacio debe comunicarlo con vehemencia.
Desarrollar nuestra capacidad de percibir toda la información que nos transmite la semiótica del espacio nos permite desarrollar estrategias para acoger a los usuarios y para hacerles sentir parte del espacio (esto es, favorecer su capacidad de apropiación), dos elementos básicos en la salud mental.
Cabe destacar que, al centrarnos en la acogida y la apropiación, estamos considerando la capacidad expresiva como componente fundamental de una salud óptima. Algo que nos parece especialmente interesante, porque significa que, al desarrollar nuestra capacidad de acoger la expresividad de los demás, estamos desarrollando nuestra propia capacidad; al cuidar de los demás, estamos, también, cuidando de nuestra propia salud psico-corporal.
Capacidad expresiva y espacio
El uso creativo de un espacio, cualquiera que sea éste, es algo que no sucede fácilmente. Especialmente en esta sociedad, que marca muy pronto y de forma muy contundente las formas aceptables de comportamiento en todo lugar y contexto, cualquier uso creativo puede incluso convertirse en una denuncia. En cierto sentido, es una lástima que este tipo de relaciones creativas con el entorno sean tan sorprendentes y raras.
La capacidad expresiva es uno de los principales factores al determinar la salud física y mental de cualquier persona y los espacios para ejercerla están tremendamente limitados, peligrosamente, diría. Si no existen impedimentos físicos excesivos, para que la expresividad pueda darse, necesitamos dos factores: por una parte, confianza interna (algo que depende de nuestro carácter, educación y cultura y que es especialmente difícil en caso de un estado emocional vulnerable). Por otra, lo que en psicología se conoce como setting, un espacio y un tiempo que acoge nuestra necesidad psico-emocional.
Personalmente, la forma más profunda de conocimiento en cuanto a capacidad expresiva la he constatado al moverme con personas vulnerables, en situaciones precarias de salud física o mental. Es algo que nos permite comprender hasta qué punto se pueden reprimir los impulsos expresivos (desde un bostezo a una postura más genuina, desde la necesidad de fidgeting a estirarse, levantarse y moverse, incluso abandonar un espacio). Es una represión generalizada y muchas veces ni siquiera consciente, con incidencias importantes en la salud. Moverse con la fragilidad del otro inevitablemente despierta una complicidad, una resonancia empática profunda. Al desarrollar mis vínculos con el diseño, la cercanía con estas vulnerabilidades ha provocado una inquietud constante, una necesidad ineludible de considerarlas en el momento de determinar cómo ha de materializarse un espacio.
La expresividad es una necesidad humana fundamental y si el setting no invita a esa expresividad los usuarios están de alguna forma obligados o bien a retener la necesidad expresiva que surge en ellos o bien a romper barreras invisibles (sociales, culturales) muy difíciles de superar. La performance hace lo segundo.
¿Qué es la performance?
En mi ámbito de trabajo, además de trabajar con personas en estados frágiles, tengo la gran suerte de realizar algunas performances. En mi caso, eso consiste en intervenir espacios a través del movimiento de forma creativa, inesperada o extraña… consiste en comprender los lugares desde nuevos puntos de vista, en desplegar y mostrar relaciones poco habituales entre el espacio, los objetos, el resto de performers, los espectadores, etc., que invitan a cuestionar las formas en las que normalmente actuamos. Es un acto tremendamente creativo y, sinceramente, todo un privilegio.
Pero la performance requiere de un entrenamiento específico, generalmente fuera de las posibilidades de gran parte de la población. Requiere romper inercias y obliga a una conciencia corporal y sensorial, a una atención máxima a la forma en que el propio cuerpo y entorno se comportan. Este tipo de atención es la habilidad que particularmente entrenamos para la creación dado que el uso convencional de los espacios está, en general, tremendamente codificado.
Al investigar para realizar una performance, necesitamos implicarnos de forma muy intensa en y con el espacio y hacernos preguntas a las que respondemos corporalmente: ¿estoy orientada? ¿cómo me muevo en el espacio, me siento encogida, distendida, presionada? ¿tengo posibilidad de entrar, tengo permiso para acceder a aquello que me llama la atención?; en cuanto a las diferentes dimensiones del volumen espacial -profundidad, alturas, rincones… ¿puedo sentarme? ¿puedo jugar en el suelo? ¿puedo usar los elementos que existen? ¿qué sucede al alzar la mirada? ¿qué me hace sentir?; y así, puedo preguntarme por el sonido, la calidad del aire, las sensaciones que se derivan de aislamiento y soledad, o de privacidad y confianza; la luz, y todos sus matices en filtros, tonos con sus diversas evocaciones de claridad, de misterio, de seriedad; los colores y sus tonos y el impacto emocional y los matices desde lo suave a lo aséptico, a lo estridente y llamativo; las temperaturas y texturas y sus significados en cuanto a la acogida que me hacen sentir, la velocidad en la que el tiempo transcurre; las distintas posturas y posibilidades corporales que me ofrece el mobiliario; los estados afectivos que se presentan internamente. Nos dejamos impactar por los estímulos y nos abrimos a nuevos significados de esos impactos… algunos son inesperados, reveladores, poéticos.
Mi experiencia en el ámbito creativo del movimiento ha hecho que sea inevitable para mi trasladar a los procesos de diseño todas estas reflexiones que surgen durante la creación y el desarrollo de las performances, así como las que se dan en los encuentros terapéuticos. Performance, cuidado y diseño han encontrado una intersección tremendamente rica en posibilidades tanto de investigación como de intervención.
Estrategias para el embodiment y ABR*
La performance construye herramientas de sensibilización perceptiva y creatividad que podemos trasladar al diseño -en sí mismo un acto creativo-, de forma que proporcione los estímulos que construyan settings adecuados.
Para ello no necesitamos realizar ninguna performance como tal, pero sí podemos usar estas herramientas creativas que se utilizan para preparar un espectáculo de improvisación y performance, además de otras dinámicas que hemos ido desarrollando durante el trabajo con los alumnos en las formaciones de diseño:
Los ejercicios físicos que utilizamos para ello se centran en despertar la capacidad de identificar todo aquello que captan todos los sentidos, incluyendo la vista, pero con especial atención y de forma muy profunda, al movimiento y el tacto. Son ejercicios que tienen que ver con la atención y el presente, en la línea del mindfulness, pero que van más allá. Buscamos sensibilizarnos del impacto físico que nos generan todos los componentes ambientales del entorno, acogerlos y estudiarlos. La experiencia sensorial nunca está completa y pierde gran parte de su dimensión sin el movimiento, sin la sensibilización sensorial cinestésica y táctil. Los elementos clave para la empatía y el attunement están ahí.
La base de la capacidad de embodiment empieza con las mismas preguntas que hemos descrito al hablar de la performance. Para desarrollar esa capacidad, es imprescindible la experiencia compartida, las prácticas en movimiento y la implicación física e intelectual en la dinámica y el traslado de nuestras impresiones, descubrimientos y reflexiones en la práctica del ABR*, es decir investigación/aprendizaje basados en el arte, en sus siglas en inglés.
Y aunque el texto se queda corto y no nos permite definir realmente la experiencia del embodiment, sí podemos enumerar aquí algunos de los recursos que utilizamos:
- Analizamos el movimiento y la expresividad corporal en ejercicios originados en la Observación y Análisis del Movimiento que se usan en Danza-Movimiento-Terápia.
- Realizamos todo tipo de ejercicios de composición en el espacio, de forma que integramos dinámicas para la orientación y el auto-análisis a la vez que propiciamos el uso creativo de los espacios y los objetos.
- Describimos plantas emocionales-relacionales de los espacios, generando nuevas formas de documentación para la comunicación de nuestras observaciones
- Fijamos también las diversas observaciones cinestésicas y las reflexiones a las que nos conducen acercándonos al arte (ABR), especialmente a través de técnicas de representación como el collage, el dibujo o la fotografía.
- Profundizamos en la investigación artística incorporando la escritura automática y otros ejercicios descriptivos, para afinar el vocabulario y la capacidad de comunicación de esas sensibilidades, esforzándonos en descripciones ricas y detalladas y en sostener la conexión con la materialidad implicada.
Percibir y trasladar empáticamente esas percepciones a otras posibles usuarias es un entrenamiento complejo y todavía está muy lejos de formar parte del currículum en la formación de diseño de espacios. Pero su capacidad de hacer evolucionar esta disciplina es innegable. Una forma distinta de aproximarse al diseño, un “espacio” -en el aprendizaje y en el trabajo en sí- por elaborar y eso lo convierte en un reto que vale la pena.