La propiocepción y los sentidos ocultos

Este es uno de esos casos de vocabulario corporal imprescindible. También es un caso de hecho fascinante al que no prestamos la más mínima atención. Es increíble cómo menospreciamos las increíbles capacidades de los seres humanos, supongo que por lo de siempre: nos cuesta valorar lo cotidiano, lo damos por sentado.

Cada segundo, constantemente, nuestro cuerpo detecta datos esenciales para cualquiera de nuestras acciones y los comunica a nuestro cerebro, a través de millones de orgánulos y receptores. Disponemos de una alucinante red de sensores, como un sistema de radar. Nos indican la posición de nuestro cuerpo, proporcionan los reflejos que nos hacen recuperar el equilibrio si tropezamos, o proteger la cara cuando estamos a punto de estamparnos contra algo. Nos hacen reaccionar ante la posibilidad de un mal gesto, y nos “avisan” -avisan a nuestro sistema nervioso- para minimizar el daño muscular si, por ejemplo, nos torcemos el pie.

órganos de Golgi

Pensadlo: los bebés aprenden lo que llamamos motricidad gruesa – sostenerse sentados, en pie, caminar o saltar- gracias a un ajuste magnífico de todo un sistema corporal de sensibilidades. Con la motricidad fina todavía es más impresionante. Las maravillas que hacemos los seres humanos con nuestras habilidades motrices… la pintura, la escultura, la danza, la orfebrería o la cerámica. Pero también el resto -todas- las actividades humanas: comer con utensilios, y cocinar, claro; escribir o teclear, vestirnos, limpiarnos, o sostener cualquier objeto; o abrazar a alguien. Cualquier cosa que hacemos depende de una capacidad de recepción de información sofisticadísima. Y ¿qué es un sentido sino un sistema de captación de información? La propiocepción es el sentido que capta toda la información relacionada con el movimiento: la fuerza, la intensidad, la velocidad de nuestro propio movimiento en cualquier parte de nuestro cuerpo, nuestra posición o la relación con cualquier objeto.

¿Os habéis planteado alguna vez cómo sobreviviríamos sin nuestro sentido del cuerpo? La propiocepción es de esos conceptos que cuesta entender porque es un sistema complejo e invisible, y porque nadie nos ha explicado lo que es.

De forma totalmente intuitiva sabemos de nuestra situación en relación con el espacio y los objetos que tenemos alrededor, sabemos movernos. Imaginad qué sucedería si eso nos faltara. Parece imposible, pero existen casos, algunos tan extremos como el descrito por el escritor y neurólogo Oliver Sacks de Christina, que perdió su sentido propioceptivo, y sufrió un profundo distanciamiento de sí misma, también a nivel psicológico:

[…] “la dama desencarnada”, Christina, una paciente que, al sufrir una polineuritis aguda sensorial que afectaba a las raíces sensitivas de los nervios craneales y espinales a través del neuroeje, queda desprovista del sentido de la propiocepción. Sin poder mantenerse en pie, sin poder sostener nada en las manos, salvo que fijase la vista en las extremidades:

“Cuando extendía una mano para coger algo, o intentaba llevarse los alimentos a la boca, las manos se equivocaban, se quedaban cortas o se desviaban descabelladamente, como si hubiese desaparecido cierta coordinación o control esencial. (…) La expresión era extrañamente vacua, inerte, la boca abierta, hasta la postura vocal había desaparecido. (…) El colapso de la condición tónica y muscular, de la cabeza a los pies; la pérdida de control de las manos, de las que no parecía tener conciencia; las sacudidas y desviaciones, que parecían indicar que no recibiese información alguna de la periferia, que los mecanismos de control del tono y el movimiento se hubiesen desintegrado catastróficamente”. Se trataba de un caso de pérdida casi total de la propiocepción.

Sacks explica a su paciente que son tres los elementos que componen el sentido del cuerpo: la visión, los órganos del equilibrio (el sistema vestibular) y la propriocepción, siendo éste último el que ella había perdido. Ella comprendió que “esta «propriocepción» es como los ojos del cuerpo, es la forma que tiene el cuerpo de verse a sí mismo. Y “si desaparece, como en mi caso, es como si el cuerpo estuviese ciego”.

Pero esto no queda aquí. Christina no se vio afectada solo a nivel físico. También vio gravemente perjudicada, en consecuencia de la pérdida de propiocepción, su propia identidad, su conciencia ampliada –en términos damasianos(1)–, la percepción de su “yo”, la sensación de sí:
“Sigue sintiendo, con la pérdida persistente de propriocepción, el cuerpo como muerto, como algo no real, no suyo… algo que no puede apropiarse. Y no es capaz de encontrar palabras que expresen ese estado, sólo puede recurrir a analogías derivadas de otros sentidos:

«Tengo la sensación de que mi cuerpo es ciego y sordo a sí mismo… no tiene sentido de sí mismo».

(…) Christina está condenada a vivir en un mundo indescriptible e inconcebible… aunque quizás fuese mejor decir un «no mundo» una «nada» (…) Christina había perdido, con el sentido de la propriocepción, el anclaje orgánico fundamental de la identidad, de esa identidad corporal, o, como decía Sacks, del «egocuerpo», que para Freud era la base del yo. Cuando hay trastornos profundos de la percepción del cuerpo o imagen del cuerpo se produce indefectiblemente una cierta despersonalización o desvinculación…

El papel de la propiocepción y el sistema vestibular en la autoconcepción o conciencia de sí. Esther Molina Olivencia

Sacks le transmite a Christina la noción de “los sentidos del cuerpo: la vista, el sentido del equilibrio y la propiocepción”. Lo cierto es que el conjunto de sentidos colaboran en la percepción del propio cuerpo, el oído y el tacto especialmente, además de la vista (2).

Para aquellas que busquéis una explicación más técnica de su funcionamiento os recomiendo el apartado sobre la propiocepción del grupo de artículos sobre los sistemas receptores del cuerpo de Jaume Reguart con licencia Creative Commons. Tremendamente exhaustivo y muy didáctico. Para quienes preferís una versión sintética y absolutamente básica, estamos hablando de la interconexión de, básicamente, tres elementos:

  • Los receptores nerviosos: Se encuentran en nuestros músculos, articulaciones, ligamentos, tendones y huesos. Se trata principalmente del huso muscular, los órganos tendiosos de Golgi, los receptores de la piel y los receptores cinestésicos articulares.
  • Los nervios y neuronas aferentes: Las neuronas aferentes (también conocidas como neuronas sensoriales o receptoras) transportan impulsos nerviosos desde los receptores ya mencionados hacia el sistema nervioso central.
  • El Sistema Nervioso Central, que procesa toda esta información y envía las ordenes necesarias a las mismas u otras articulaciones y/o músculos, para activar y regular el movimiento.

Y como en el cuerpo ningún sistema funciona aislado y la conexión entre el cuerpo y la mente es directa, el sentido de la propiocepción participa en la autorregulación, la coordinación, la postura, la conciencia corporal, la capacidad de atención y concentración, y el habla.

Muchos niños con trastornos del procesamiento sensorial, autismo y TDAH luchan con una o más de estas áreas debido a que su cuerpo no está procesando la información propioceptiva de manera efectiva. Muchas veces los adultos no pueden entender ciertas dificultades emocionales, porque están directamente relacionadas con sus dificultades propioceptivas:

  • Dificultades para comprender el espacio personal o comprender los límites cuando se juega con otros.
  • Retraso en el desarrollo de las habilidades motoras gruesas y finas: chocar con personas y objetos con frecuencia, dificultad para andar en bicicleta, dificultad para subir y bajar escaleras, dificultad para hablar…
  • Dificultad en la autorregulación (emocional, dificultad para atender o concentrarse en una tarea concreta, cambios de humor, crisis frecuentes, dificultad para dormir).
  • Comportamientos de búsqueda sensorial. Actitudes como usar excesiva fuerza al jugar; golpear o sacudir los pies al estar sentado; morder; la preferencia por la ropa ajustada; empujar o golpear a los demás; escribir con excesiva fuerza, etc.
  • Dificultad para sostener su postura, con posturas encorvadas. No poder mantener el equilibrio en un sólo pie, o apoyar la cabeza en el escritorio o apoyarse en todo constantemente son síntomas de un tono muscular deficiente y dificultad propioceptiva.

Entonces, ¿podemos trabajar el sentido de la propiocepción? ¿aprender de alguna manera a “afinar” nuestra percepción corporal? Pues sí: los estudios sugieren que la corteza motora que gobierna la propiocepción en el cerebro puede modificarse mediante manipulaciones externas.

Las terapias de integración sensorial y la Danza-Movimiento-Terapia son algunas de las técnicas a las que podemos recurrir. En ellas se usan distintos recursos para ayudar al cuerpo a reconocer e integrar percepciones: trabajo pesado o tareas que implican una gran resistencia y la intervención de los músculos y las articulaciones, que son esenciales para regular la propiocepción.

En el caso de niños, los espacios de juego en movimiento nos ofrecen mil posibilidades para trabajar: empujar, estirar, lanzar, hacer circuitos, imaginar que se camina por una cuerda floja, saltar sobre todo tipo de superficies elásticas, colgarse, balancearse, rodar, chafar, cargar, abrazar con mucha fuerza. Y, por supuesto, la danza. Siempre la danza.

La danza desarrolla, quizá inconscientemente, nuestros mecanismos propioceptivos y cinestésicos al aprender a observar-escuchar el cuerpo y de esa forma desarrolla este sentido, (según Iris Hamilton, 1989), que llega a transcender lo puramente físico para convertirse en una escucha de nuestro propio ser, si se adopta un planteamiento en el que se incita a “descubrir” la capacidad de producir arte, de ser “artista” y desarrollar a través del movimiento, pero muy en consonancia con nuestra mente, cualidades de sensibilidad, percepción, afectividad, espiritualidad, creatividad y comunicación. Ello ayuda al sujeto no solo a ser bailarín y creativo en la danza, sino a ser creativo en cualquier área de su vida, incluso científica, (Patricia Stokoe, 1996).

La danza a través de la imagen y el movimiento: motricidad y desarrollo humano. Antón, Virgilia, 2015

Llegamos de nuevo a esa relación entre el cuerpo y la mente, entre el movimiento y el estado de ánimo y nuestra relación con el mundo: todo un campo de estudio llamado embodiment. El estado de atención y conciencia corporal que desarrolla la danza y el movimiento consciente nos ayudan a ser creativos en cualquier área de nuestra vida. Es así. Y no se trata de ser bailarina, no se trata de aprender una técnica. Bailar es disfrutar del acto del movimiento en sí mismo y usarlo para regular nuestro estado de ánimo y nuestra capacidad de vivir en el mundo.

Cuando prestas atención interna a tu cuerpo en movimiento, obtienes una información personalizada e individualizada. Los bailarines deben adquirir esta información porque usan sus cuerpos para comunicarse, y cuanto mejor comprendan sus propios sentimientos y sensaciones, mayor será su capacidad de expresión.

Iris Halminton

(1) Se refiere al neurólogo y neurocientífico portugués Antonio Damasio.

(2) También existe un sentido visceral -la interocepción. Si te interesa aquí está explicado en detalle. Sólo apuntaré que engloba todas las sensaciones que nos transmiten nuestros órganos internos y que tienen que ver con percibir hambre, sed, calor, falta de azúcar… de forma que se pueda mantener la homeostasis interna, imprescindible, también, para sobrevivir.

BIBLIOGRAFÍA:
* “El hombre que confundió a su mujer con un sombrero”, del Dr. Oliver Sacks. Ed. Muchnik. Editores, Barcelona, 1987
* La danza a través de la imagen y el movimiento: motricidad y desarrollo humano. Virgilia Antón, 2015
* El papel de la propiocepción y el sistema vestibular en la autoconcepción o conciencia de sí. Esther Molina Olivencia