Tensegridad corporal. Primero respira.

Este es el primero de una serie de artículos sobre los fundamentos necesarios para reconectar con la capacidad de tensegridad corporal (tienes un resumen detallado sobre lo que eso significa, aquí). Todos los mecanismos trabajan en conjunto y de forma simultánea, así que nos centraremos un aspecto cada vez para poder profundizar. A su vez, no creo posible considerar la tensegridad corporal sin tener en cuenta las implicaciones psico-emocionales que se deriban. Empecemos.

Mientras estamos vivos la respiración existe como base de nuestra fuerza vital: el río en el que confluyen todos los movimientos y que nutre nuestra expresividad. Como adultos, revisitar los patrones de movimiento es la forma de reconectar con la capacidad del cuerpo. El trabajo de tensegridad corporal no es más que el ajuste entre todos los fundamentos de la propia sensibilidad y capacidad física. Desde el ritmo corporal -la respiración, el latido del corazón-, a las sensaciones internas de mi musculatura o de la piel en micro-movimientos; desde el suave balanceo de la columna y la conciencia del peso de los distintos volúmenes corporales que nos conforman, hasta la relación con los objetos o con otros cuerpos. La respiración es la base desde la emerge, o puede emerger, esa conciencia.

Conectar con la respiración nos permite presencia: sentir las necesidades reales del cuerpo en este preciso momento, cosa que, a su vez, facilita los reajustes necesarios. Revisitar la respiración en caso de estar cansada, sobreestimulada, estresada o símplemente alterada, puede ser la clave para cambiar de estado: observar cómo el aire entra y sale del cuerpo puede ser la vía para calmar todo lo que satura el cuerpo y la mente, y la clave para el movimiento sea tanto funcional como expresivo.

¿Cómo funciona?

El patrón de respiración contribuye a la coordinación interna del cuerpo, vital en el movimento humano. Funcionalmente, en sí misma, cada inhalación y exhalación es un mecanismo complejo: al inhalar, los cinco lóbulos pulmonares se expanden hasta rodear el corazón y absorven el oxígeno del aire. El diafragma presiona hacia abajo, hacia la pelvis, a través del tendón central, y se llena, como un globo aerostático (aunque hay que imaginárselo del revés!).

Pulmones, diafragma y el tendón central, en lo máximo de la exhalación y la inhalación. Ilustración de Sydney P. Celio.

El oxígeno se incorpora en el cuerpo a través de los pulmones, los alveolos transfieren pequeños depósitos de aire a la sangre, y el corazón lo bombea por todo el cuerpo de forma que cada pequeña célula de nuestro cuerpo puede, a su vez, respirar. El proceso opuesto sucede a continuación y la exhalación elimina los subproductos celulares en sangre: al exhalar, el tendón central se relaja, el diafragma se contrae hacia arriba a la vez que el suelo pélvico se mueve hacia arriba, hacia atrás y hacia adentro. Al llevar nuestra atención deliberadamente a la respiración podemos percibir el movimiento respiratorio como coordinación corporal total: es un baile perfectamente coordinado entre las fibras, los tejidos, los huesos y los órganos. Para cualquiera que se mueva (y eso nos incluye a todos en distintos grados), sentir la respiración permite apoyar el resto de movimientos corporales.

Volver al principio

Respirar es una de nuestras primeras experiencias al llegar al mundo. Previo a sus primeras respiraciones al nacer, el feto ha practicado en el útero materno los movimentos respiratorios, mientras la madre respira por él a través del cordón umbilical. Para el bebé, la respiración supone la primera sensación del “interior” de su cuerpo, la idea de llenarse, y la primera sensación de volumen corporal*. A través de la respiración podemos sentir el interior del cuerpo crecer y expandirse al inhalar, y después vaciarse, disminuir, al exhalar. La suave expasión y contracción rítmica de la respiración nos proporciona el material básico para la vida humana, el oxígeno, y la fundamental eliminación del dióxido de carbono. Sentir el aire es una forma de volver al cuerpo, de volver a casa.

El ritmo y el movimiento

Los estados emocionales alteran innumerables patrones internos, empezando por la respiración: niveles hormonales, temperatura, ritmo cardíaco, etc. A la inversa, alterar el patrón sobre el que tenemos control -la respiración- es la via para alterar el estado emocional. El nerviosismo corta y acelerala respiración, el descanso la hace más profunda.

Así, respira. No es necesario que impongas un determinado “ritmo”, deja de lado un momento la idea de inhalar durante tantos segundos y retener y soltar durante tantos otros tantos. Sí, el patrón de respiración es un recordatorio de nuestra capacidad para afectar nuestra sensación (y, por ello, nuestra respuesta, nuestros actos) pero no desde la imposición; el ritmo equilibrado llegará con la calma.

Una conexión entre el interior y el exterior

La mayoría de prácticas espirituales tienen la respiración como clave, porque es la forma de retornal al aspecto más fundamental de la vida. La respiración no sólo proporciona una sensación de centro y de clama, nos conecta con la idea de pertenencia: nos conectamos con el espacio que nos rodea.

Usa el momento en el que te detienes a respirar para sentir el apoyo de tu cuerpo, esté donde esté: siente cómo es ese apoyo, ¿estás en pie, sentada, recostada? ¿es una superficie dura o suave? ¿cuál es su temperatura? Siente también las sensaciones en tu piel: la temperatura a tu alrededor, en distintas partes de tu cuerpo; la textura de la ropa o la sensación de la piel desnuda; siente la luz allí donde estás, ¿cómo es?

Reajusta tu cuerpo cuando haga falta, permite la comodidad: pequeños ajustes, micro-movimientos, o cambios más importantes, si hace falta. Busca un apoyo más cómodo, cambia la postura, rebaja la luz, ventila o sal un segundo al sol. El mundo a nuestro alrededor entra en nosotros a través de la respiración. Es una experiencia que puede cambiarlo todo.

Nota como la respiración es una pulsación en el interior de tu cuerpo. Imagina las olas emergiendo y retornando al mar. Respirar puede ser ese movimiento. Obsérvate balanceando el cuerpo para sincronizar tu respiración con un ritmo suave… Puedes bajar el ritmo, hay una calma en ello. Déjate balancear suavemente adelante y atrás, o de lado a lado, usando la respiración como base, ondulando. El torso se expande y se contrae. Nuestro trabajo es permitir que este movimiento -expansión, contracción- se expanda por el resto del cuerpo.

Un patrón de respiración como este te permitirá conectar con tu centro a través de la columna, y relacionar mejor el centro y tus extremidades desde el ombligo hacia la pelvis y el torso y, a la vez, conectar la parte superior e inferior del cuerpo. El suave masaje de este movimiento oxigena el vientre, las fascias pueden relajar sus tensiones, los órganos reciben espacio y la circulación sanguínea se activa y nutre mejor los tejidos.

Cierra los ojos si quieres pero sin demasiado esfuerzo. Deja que descansen todas las partes de tu cuerpo que están normalmente sosteniendo las tensiones: los hombros, las manos, la cabeza, la mandíbula y la lengua, los dedos y las plantas de los pies, las rodillas, las lumbares… suaviza tus articulaciones para que el movimento se expanda, se contagie, desde el torso hasta el resto del cuerpo. Muévete suavemente: encontrarás un descanso.

Usa tu voz para respirar mejor

La respiración también se conecta con el sonido. Usa el momento en el que respiras conscientemente para dejar salir la voz al exhalar. Un hilo de sonido puede ayudar a desbloquear eso que nos está contrayendo y que está retenido. Usa tal vez una canción, si te apetece, o algun sonido que tararear, como una forma de sacar realmente el aire. La clave de todo está en activar la salida del aire, para que el mecanismo respiratorio se reanude y encuentre un ritmo, siempre de forma más suave. Cuando la respiración, el movimiento del cuerpo y la voz se coordinan, encontramos esa sensación tan imprescindible de centro, de raiz, un lugar de calma, un espacio de soporte interno.

Otras posibilidades… con prudencia

En algunos momentos puede ser adecuado un movimiento más grande, más contundente: la necesidad de sacudir, empujar o apretar muy fuerte, o incluso de dar golpes, como forma de descarga. Si es así, por favor, conecta con tu respiración primero y úsala al moverte en ese tipo de dinámicas: la posibilidad de lesión es muy alta si entramos en estos movimientos sin respirar adecuadamente, si nos perdemos en ellos y “perdemos” la conciencia de lo que hacemos. Sacar el aire al empujar, sacar el aire al sacudir, usar la voz para no retener las tensiones musculares. Mucho cuidado. Si sientes que este es el tipo de movimiento que necesitas, lo más adecuado será tener un acompañamiento, alguien que te apoye, que no juzgue lo que pueda suceder, y que te ayude a seguir respirando adecuadamente.

*Para empezar a entender todas las implicaciones que tiene el movimiento como motor del desarrollo del pensamiento, el lenguaje y la conciencia de sí y del mundo en el ser humano, vale la pena leer cualquiera de los textos de Maxine Sheets-Johnstone, especialmente The Roots of Thinking (1990) o The Primacy of Movement (2011).

Este artículo es producto de una traducción propia sobre los patrones de movimeinto de Irmgard Bartenieff y contiene algunos fragmentos de Laban/Bartenieff Movement Studies, de Colleen Wahl. Puedes leer el texto aquí.