La tensegridad y tu cuerpo

A veces nos falta una experiencia para comprender de verdad un concepto. Otras veces, como espero que te suceda al leer esto, saber que existe un concepto puede llevar a nuevas sensaciones y a nuevas comprensiones. Para mí, el concepto de tensegridad ha significado un antes y un después en mi gestión corporal y creo que saber qué es y cómo funciona puede revolucionar tu idea de postura y ayudarte a mejorarla; así que te propongo un viaje por la historia fascinante de esta palabra, y luego veremos cómo puede ofrecerte nuevas experiencias corporales…

A principios del siglo XX, un artista de la vanguardia soviética (constructivista para más señas) nacido en Letonia, Kārlis Johansons, creó toda una serie de esculturas que estudiaban el estado de equilibrio entre los elementos que las formaban y se convirtió en el pionero de todo un modelo estructural. Las llamó “construcciones auto-estabilizadas” y se consideran prototipos de los sistemas de construcción que más adelante desarrollarían Buckminster Fuller y Kenneth Snelson en los años 50.

Sí, Johansons se había adelantado unos 30 años al desarrollo del concepto de tensegridad en el ámbito de la arquitectura. Buckminster Fuller acuñó el término “tensegrity“, como la amalgama de los conceptos tensional e integrity. Y, un detalle importante y que debes recordar, entendió que los sistemas de tensegridad funcionan independientemente de su peso. Esa característica hizo famosas sus cúpulas geodésicas y las esculturas de su alumno, Kenneth Snelson.

Un sistema de tensegridad es un sistema en estado de auto-equilibrio estable que incluye un conjunto discontinuo de componentes comprimidos en el interior de un continuum de componentes tensos.

Este tipo de construcción tuvo un impacto enorme en la época, no sólo en arquitectura, sino en el imaginario colectivo y como parte de una nueva forma de pensamiento. La clave es que Fuller no sólo desarrolló el término a nivel matemático sino que entró en consideraciones que tenían consecuencias a nivel filosófico: la estabilidad o resiliencia de una estructura -o, por ende, de una sistema- no dependería de cada uno de sus elementos en particular, sino de la forma en que se relacionan y se equilibran entre ellos, la forma en que las fuerzas se distribuyen entre el conjunto.

Así que tenemos un nuevo modelo para la arquitectura que nos da que pensar a nivel filosófico… y biomecánico: las estructuras tenségricas, además de tener en cuenta las interacciones en espacio y tiempo de los elementos que las forman, resultan un modelo con calidades morfológicas y funcionales que evocan a las de los tejidos vivos. Es decir, el modelo de tensegridad permite predecir con precisión el comportamiento tanto de las células vivas como de los organismos complejos, y es pertinente para la comprensión de cualquier sistema músculo-esquelético.

El concepto empezó a aplicarse a la biomecánica celular a mediados de los 70, y, en los últimos años, ha servido para explicar el funcionamiento de la biomecánica humana. Como tantas otras veces, el trabajo artístico había abierto senderos de comprensión profunda en otras áreas. Es más, una investigación escultórica como la de las esculturas auto-estabilizadas estaba ya en su época en consonancia con nuevas formas de comprensión de las dinámicas de los cuerpos. Algunos pioneros del potencial del movimiento humano, a principios del siglo XX, en la misma época que Johansons, entendieron esta realidad: Ida Rolf, Frederik M. Alexander, Moshe Feldenkrais, Irmgard Bartenieff o Joseph Pilates… con distintos matices, todos ellos intuyeron la necesidad de una nueva forma de entender el cuerpo y el movimiento, de manera que pudiera expresarse de forma mucho más orgánica, sana, sencilla, sin sobreesfuerzos, y alcanzar todo su potencial. Todos ellos comprendían algo que hasta entonces no había podido concebirse porque la analogía del cuerpo como máquina había sido muy poderosa.

Fundamentos de Bartenieff: conectividad distal-ventral; cada extremidad encuentra relaciones con el centro y, a través del centro, con cada una de las otras extremidades.

El modelo mecánico (el cuerpo entendido como una máquina) nunca consiguió explicar ni predecir correctamente la interrelación entre estructura y función en el cuerpo humano, ni cómo los cambios que se dan en un punto tienen efecto en otras partes de la estructura. Además, el modelo tenségrico permite integrar un aspecto corporal que durante mucho tiempo se menospreció: el rol determinante de las fascias en la forma y estructura de nuestro cuerpo.

La fascia envuelve, protege y cohesiona todos nuestros órganos, músculos, tendones y huesos.

Si entendemos los huesos como la estructura rígida y los músculos, tendones y fascia como estructura elástica, podemos empezar a sentir nuestro cuerpo desde esa perspectiva: un sistema de tensegridad, un estado de esfuerzos internos equilibrados mutuamente. Dicho de otro modo, podemos entender el cuerpo como una estructura que se auto-mantiene en equilibrio entre estructura y función -tensión y cohesión. Y aquí está la clave: podemos empezar a entender el cuerpo también como estructura que se sirve de la gravedad para alcanzar su forma más eficiente.

Un cuerpo consciente de su funcionamiento tenségrico, consciente de la acción de la gravedad y con la gravedad como aliada, cambia en su uso y puede conseguir una calidad postural y de apoyo óptima. Puede ocupar el espacio de manera poderosa, en una presencia palpable, de forma convencida, activa, unitaria, completa. Puede estar.*

A su vez, el modelo tenségrico nos permite entender porqué tensiones y lesiones en una parte del cuerpo pueden afectar áreas distantes, o porqué la falta de tonicidad en una zona tiene consecuencias importantes a nivel global. Las estructuras tenségricas reflejan la tendencia natural del cuerpo a la homeostasis: el cuerpo compensará lo que sea necesario para encontrar un equilibrio que permita sostenerse, aunque sea precariamente.

El Dr. Stephen Levin propone que el cuerpo es realmente una estructura tenségrica, y esa idea ha tenido una gran acogida. Sin embargo, yo estoy más de acuerdo con el Dr. Patrick Johnson, que explica porqué el cuerpo no es, de hecho, una estructura tenségrica, pero sí reconoce que concepto es una metáfora muy poderosa para ayudarnos a mejorar nuestra gestión y recuperar una postura óptima, con todo lo que eso representa: mejor capacidad respiratoria, mejor capacidad de movimiento y una sensación de mayor confianza, estabilidad y gestión corporal.

El debate sobre estos matices y detalles es interesante, pero lo que realmente importa es que este nuevo modelo de comprensión del cuerpo humano nos sirve para llegar a nuevas cualidades posturales, más sanas, más completas, más comprensivas… Como el vídeo en el que Johnson aclara la diferencia entre ser una estructura tenségrica y funcionar como una ya no es público, os dejo con una explicación concisa para entender este funcionamiento en nuestro cuerpo, especialmente el rol de los tejidos (fascia y fibras musculares) en toda la estructura.

Para llegar a esa cualidad corporal hay que entrenar el cuerpo. Las antiguas disciplinas corporales (Yoga, Tai-Chi, Chi-Kung, etc.) buscaron siempre este estado, de la misma forma que desde el siglo pasado lo hacen los trabajos de conciencia corporal (Feldenkrais, Técnica Alexander, Rolfing, Pilates…). Es un estado activo que necesita de una percepción ampliada, a la que se llega mediante una escucha bien dirigida.

Es una percepción, y también un aprendizaje que hay que practicar constantemente. La calidad en la postura y el apoyo corporal se dan según la conciencia del propio cuerpo y en función del grado en el que sabemos “ocupar” el cuerpo: cuanto más global y presente, más relajado y efectivo el uso de todos los recursos corporales. El estado ideal podría definirse como la expansión de la energía de apoyo por todo el cuerpo, el uso efectivo de todos los elementos de tensegridad corporal: ningún músculo aflojado ni excesivamente tenso, todos los músculos expandidos y elásticos; nuestra atención expandida a todas las partes de nuestra estructura; nuestro cuerpo totalmente ocupado por nuestra consciencia corporal.

Poco a poco, este prestar atención al estado de nuestra estructura nos permite mejorarla, porque, como dice Teresa García Valenzuela:

No existe un proceso de sentir que no implique modificar. El viejo modelo que separa el sentir y el actuar nos condiciona y es falso. Sentir y actuar para el sistema nervioso es lo mismo. Es artificial la separación entre sentir-escuchar y actuar. Se cambia en la escucha. Y si cambio, cambia mi escucha.

Teresa García Valenzuela

*Si te interesa profundizar en los diferentes aspectos que contribuyen a sentir tu cuerpo de forma tenségrica, puedes seguir leyendo aquí…

BIBLIOGRAFÍA:
La tensegridad, modelo biomecánico para la osteopatía. Jean-François Mégret. Revista Apostill, Invierno 2004
Tensegrity & Human Structure. Roger Golten.